8/11/08

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Últimamente tengo la sensación que la rutina me absorve la inspiración, el conocimiento, que me arrastra a una superficialidad que me pone enferma, que me estremece. Siento la necesidad de buscar maniobras de escapismo pero, ¿Cuándo?, ¿Dónde?.
Llamémosle París, llamémosle dieciséis del uno de dos mil nueve. Llamémosle dieciocho años. Llamémosle mochila, libreta, libro, cámara, música y yo misma. Llamémosle tres días de escapar de la realidad. Llamémosle vida buscada (y necesitada). Llamémosle GANAS, sí, en mayúsculas.
Sé que tengo algo dentro que debo sacar y estoy empezando a pensar que no sé cómo hacerlo. La rutina me está secando.

4/11/08

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El tercer día del mes once a las diez y doce minutos de la mañana volví a encontrarme con mi casualidad. Después de tres meses no habíamos cambiado, o eso parecía, al menos, el aspecto físico era el mismo. Nos dimos un abrazo de esos grandes y extraños, esos abrazos que huelen a rareza. Hablar del tiempo, hablar del trabajo (y los múltiples tópicos típicos). Una biblioteca antigua, pero bonita, con cuadros grandes arriba de las inmensas paredes, con silencios eternos y oscuros y un mar de letras. Un claustro con peces que se asustan. Un no sé qué hacer, qué hacemos aquí, qué queremos hacer. Qué, qué, qué, qué, incesante. Caminar. La historia en papel, imprimida, la tinta clavada en los hilos del fino papel, eterno. ¿Acaso hay algo que dure para siempre? Las letras negras en papel blanco que escriben un mundo aparte, el nuestro. Gírate, no mires. Un corazón rojo, indecisión. Se abre una puerta, ninguna avanza, sigue abierta, se cierra rápido. Nos sacamos las corazas. Alma contra alma nos rozamos. Tenemos compañeros de habitáculo. Flagelar suave, flagelar bonito, con las manos, con las bocas. La desnudez. Dos símiles que parecen uno. Me pierdo en su cintura. Agarrar fuerte sin cesar, no me sueltes. Cronos ataca y el instante cálido, efímero, se esfuma. Con rapidez asombrosa nos colocamos de nuevo las corazas. Salimos, nos peinamos, qué bien se nos da disimular, casualidad. Nos encontramos con más personas. Un abrazo y ya hablaremos esta noche. Rarezas, rarezas, estoy llena de rarezas y posiblemente soy una sin sentido. Pero, al salir, al caminar rozando las Ramblas con la mirada, me di cuenta. La vida está llena de círculos, casualidad, y el nuestro, se ha cerrado. Tú sigues teniendo demasiados abiertos.
Siempre recordaré el momento en que se te erizó la piel, por primera vez…